OREMOS PARA QUE EL SANTO PADRE CONSAGRE RUSIA AL INMACULADO CORAZÓN DE MARÍA, TAL Y COMO LO PIDIÓ LA SANTÍSIMA VIRGEN EN FÁTIMA

Monseñor Marcel Lefebvre

"... sin ninguna rebelión ni amargura ni resentimiento, proseguiremos nuestra obra a la luz del Magisterio de siempre convencidos de que no podemos rendir mayor servicio a la Iglesia, al Papa y a las generaciones futuras. Y seguiremos rezando para que la Roma actual infestada de modernismo llegue a ser otra vez la Roma Católica..."

Ramiro de Maeztu

"Venid con nosotros, porque aquí, a nuestro lado, está el campo del honor y del sacrificio; nosotros somos la cuesta arriba, y en lo alto de la cuesta está el Calvario, y en lo más alto del Calvario, está la Cruz."

"Vosotros no sabéis por qué me matáis, pero yo sí sé por lo que muero, para que vuestros hijos sean mejores que vosotros"

lunes, 30 de marzo de 2009

PARA MEDITAR EN CUARESMA


ABUSO DE LA DIVINA MISERICORDIA

"Ignoras quoniam benignitas Dei ad poenitentiam te adducit?"

Refiérese en la parábola de la cizaña que, habiendo crecido en un campo esa mala hierba mezclada con el buen grano, querían los criados ir a arrancarla. Pero el amo les replicó: "Dejadla crecer: después la arrancaremos para echarla al fuego". Infiérese de esta parábola, por una parte, la paciencia de Dios para con los pecadores, y por otra, su rigor con los obstinados.

Dice San Agustín que el enemigo engaña de dos maneras a los hombres: "Con desesperación y con esperanza". Cuando el pecador ha pecado ya, le mueve a desesperarse por el temor de la divina justicia; pero antes de pecar le anima a que caiga en tentación por la esperanza de la divina misericordia. Por eso el Santo nos amonesta diciendo: "Después del pecado ten esperanza en la misericordia; antes del pecado teme la divina justicia". Y así es, en efecto. Porque no merece la misericordia de Dios el que se sirve de ella para ofenderle. La misericordia se usa con quien teme a Dios, no con quien la utiliza para no temerle. El que ofende a la justicia-dice el Abulense-, puede acudir a la misericordia; mas el que ofende a la misericordia, ¿a quién acudirá?.

Difícilmente se hallará un pecador tan desesperado que quiera expresamente condenarse. Los pecadores quieren pecar, mas sin perder la esperanza de salvación. Pecan, y dicen: Dios es la misma bondad; aunque ahora peque, yo me confesaré más adelante. Así piensan los pecadores, dice San Agustín. Pero, ¡oh Dios mío!, así pensaron muchos que ya están condenados.

" No digas-exclama el Señor-la misericordia de Dios es grande: mis innumerables pecados, con un acto de contrición me serán perdonados" No habléis así-nos dice el Señor-. ¿Y por qué? "Porque su ira está pronta como su misericordia; y su ira mira a los pecadores"

La misericordia de Dios es infinita; pero los actos de ella, o sea los de conmiseración, son finitos. Dios es clemente, pero también justo. "Soy justo y misericordioso-dijo el Señor a Santa Brígida-, y los pecadores sólo atienden a la misericordia". "Los pecadores-escribe San Basilio-no quieren ver más que la mitad" "Bueno es el Señor; pero, además, es justo. No queramos considerar únicamente una mitad de Dios".

Sufrir al que se sirve de la bondad de Dios para mas ofenderle-decía el B. Avila-, antes fuera injusticia que misericordia. La clemencia fue ofrecida al que teme a Dios, no a quién abusa de ella. Et misericordia ejus timentibus eum, como exclamaba en su cántico la Virgen Santísima. A los obstinados los amansa la justicia, porque, como dice San Agustín, la veracidad de Dios resplandece aun en sus amenazas.

"Guardaos-dice San Juan Crisóstomo-cuando el demonio (no Dios) os promete la divina misericordia con el fin de que pequéis" "¡Ay de aquel-añade San Agustín-que para pecar atiende a la esperanza!... ¡A cuántos ha engañado y perdido esa vana ilusión!" ¡Desdichado del que abusa de la piedad de Dios para ofenderle más!... Lucifer-como afirma San Bernardo-fue con tan asombrosa presteza castigado por Dios, porque al rebelarse esperaba que no recibiría castigo.

El rey Manasés pecó; convirtióse luego, y Dios le perdonó. Mas para Amón, su hijo, que viendo cuán fácil había conseguido el perdón su padre, llevó mala vida con esperanza de ser también perdonado, no hubo misericordia. Por esa causa-dice San Juan Crisóstomo-se condenó Judas, porque se atrevió a pecar confiado en la benignidad de Jesucristo.

En suma: si Dios espera con paciencia, no espera siempre. Pues si el Señor siempre nos tolerase, nadie se condenaría; pero la opinión más común es que la mayor parte de los cristianos adultos se condena. "Ancha es la puerta y espacioso el camino que lleva a la perdición, y muchos son los que entran por él"

Quien afende a Dios, fiado en la esperanza de ser perdonado, "es un escarnecedor y no un penitente"-dice San Agustín-. Por otra parte, nos afirma San Pablo que "Dios no puede ser burlado". Y sería burlarse de Dios el ofenderle siempre que quisiéramos y luego ir a la gloria. Quien siembra pecados no ha de esperar otra cosa que el eterno castigo del infierno.

La red con que el demonio arrasta a casi todos los cristianos que se condenan es, sin duda, ese engaño con que los seducía diciendoles: Pecad libremente, que a pesar de todo ello os habéis de salvar. Mas el Señor maldice al que peca esperando perdón.

La esperanza después del pecado, cuando el pecador de veras se arrepiente, es grata Dios; pero la de los obstinados le es abominable. Semejante esperanza provoca el castigo de Dios, así como provoca a ser castigado el siervo que ofendiese a su señor precisamente porque éste es bondadoso y amable.

San Alfonso María de Ligorio

Del libro "PREPARACIÓN PARA LA MUERTE"




jueves, 26 de marzo de 2009

NO MATARÁS


Nuestra cultura está enferma, y todos aquellos médicos que solamente le prescriben y diagnostican las dolencias materiales y recetan los correspondientes remedios, llevan un falso camino.

"La sociedad europea muere. Sus extremidades están ya frías. Pronto lo estará también su corazón. ¿Y por qué muere? Muere porque ha sido envenenada. Muere porque el error mata y porque esta sociedad está edificada sobre el error" (Donoso)

La cultura moderna no se preocupa de los mandamientos de Dios; sí, ella desprecia y se burla y busca por todos lo medios evitar la ley del Sinaí, y no reconoce que así, por ese medio, va al encuentro de la catástrofe.

Algo más o menos de progreso técnico, algo más o menos de material bienestar, algo más o menos de ciencia; todo eso no influye en la verdadera felicidad humana.

El pecado, sólo, hace miserable. Y esto vale así para la vida del individuo como para la vida del pueblo, y tal vez en ninguna parte se muestre tan evidente y claro como en la violación del quinto mandamiento, pues es el mandamiento del amor al prójimo en particular. Ya que también en cada desprecio del Decálogo es el amor contravenido.

Una sociedad enajenada de Cristo, no conoce ni defiende amigos, ni defiende la paz, sino solamente amargura, discordia y odio, sangrienta pelea y guerra. Ricos y pobres, propietarios y proletarios, están frente a frente en dos ejércitos preparados para la batalla.

Odio de clases y lucha de clases agitan su centro. Pero también los pilares de Estado vacilan, y Europa ya solamente puede escoger entre anarquía y dictadura, y por no estar doblegada bajo el dulce yugo del Salvador, se convierten los hombres en esclavos de la masa o de un tirano.

Volúmenes enteros podrían escribirse sobre el quinto mandamiento; pero nosotros deberemos limitarnos a algunos grandes rasgos. Homicidios y suicidios, exterminación del germen de la vida, muerte de los enfermos incurables y gravosos, refinados asesinatos por pesar y disgusto o por arrebatar de la vida indispensables amores, por pleitomanía y odio fraterno. Y en lo económico dominan competidoras luchas que sólo van a parar a estrangular al débil.

Finalmente, el moderno aturdimiento de la humanidad nos ha irrogado grandes daños a nosotros los cristianos al quitar a nuestros pobres y enfermos la resignación.

Evidente también que aquí no se puede tener una penetración que llegue a todo, sino sólo pretender iluminar algo la actualidad y el futuro, y, en particular, a los cristianos conducirles más a la persuasión de que la crisis de nuestra cultura no se ha de remediar con exteriores organizaciones, ni por sólo económicas reformas, sino por la lucha contra el pecado en cada uno de los corazones, pues todo lo social descansa en lo personal, y por lo mismo el cultivo espiritual es de importancia capital.

"No matarás". La muerte del alma es mucho más grave que la del cuerpo. Pero eso no lo alcanza al hombre moderno. Desgraciadamente la concepción materialista del mundo ha entrado también en el círculo cristiano, y la advertencia de Nuestro Señor: ¿Qué aprovecha al hombre ganar todo el mundo si pierde su alma?", viene a ser sentencia vana de sentido para tantos hijos de los hombres.

No nos basta, de fijo, a los cristianos, que quizá el domingo vayamos a la iglesia, sino que el alma necesita diariamente el alimento del espíritu, para no enfermar. La pregunta: "¿Para qué estamos en este mundo?", debe ocupar sin cesar nuestro espíritu. Nosotros no vivimos solamente para comer y beber, para trabajar y gozar, para ganar dinero y gastarlo, sino que nuestra verdadera vida es el amor de Dios y del prójimo.

¡Qué bien para nuestra cultura, si los hombres se preocupasen tanto del bien del alma como del cuerpo!. Ciertamente exige también del quinto mandamiento cuidado del bienestar corporal; pero, ¡tengamos compasión de nuestra alma inmortal!. Cuidamos del hermano cuerpo los 365 días consecutivos al año, ¿y no tenemos nosotros, católicos, a lo menos tres días para tratar exclusivamente del alma?. Los ejercicios reclaman tiempo; y, así como deseamos a todos, para rehacerse en el cuerpo, sus días de vacaciones, así también a lo menos algunos días de ejercicios para el alma.

¡El espíritu de la época mina los cuerpos y descuida el alma! ¡ Abandonamos a ésta quizás largos años enferma y aun del todo muerta para la vida eterna, si Dios no se compadece!. Si acaso le falta algo al cuerpo, al punto acudimos a doctores y especialistas, no doliéndonos tiempo ni dinero para librarlo de padecer. Se nos comprende perfectamente: ¿quién no procurará una racional asistencia corporal? Es un deber cristiano acudir de la curación de la enfermedades; mas es que encarecemos la importancia del cuerpo a expensas de la del alma.

Estanse a cientos de miles, en lo más recio de la canícula o en los más rigurosos fríos, hasta el final del partido de fútbol, como si la victoria tuviera una importancia digna de conmover al mundo, pero se llenan de espanto ante una fría iglesia desprovista de calefacción.

Formarán durante horas en una calle para gozar de una manifestación a riesgo de caer rendidos, mas hallan casa terrible arrodillarse media hora ante el altar del Señor.

Hacemos con el quinto mandamiento algo así como los condenados a la silla eléctrica, de los cuales dice el director de la Sing-sing-house (casa de-"canto, canto"-averiguación) que no se suiciden, al propio tiempo toman, esos mismos, mil precauciones para no constiparse, o se ponen periódicos bajo los pies para evitar el reumatismo.

Hemos experimentado la más terrible guerra y nos preparamos para otra mayor, en la cual se aniquilen millones de una y otra parte, o queden de ella miserables lisiados, y al propio tiempo, cientos de millares de médicos y cirujanos trabajan para alargar la vida de la gente enferma.

"El de buen corazón se compadece de su ganado", dice un refrán, y en miles de asociaciones protectoras de animales, se cuida del bienestar de los cuadrúpedos; mas cuan a menudo vemos a esos mismos amigos de los animales tomar tan poco interés en orientar bien la política social, donde la cuestión es la condición de vida de nuestros hermanos.

¡Un mundo lleno de contradiciones! Pero, ¡cuan terrible si volvemos los ojos a los peligros espirituales! ¡Ay de aquel por quien viniere el escándalo! ¡Cómo nos volvemos contra los asesinos del cuerpo! Pero para los del alma no tiene el mundo moderno ningún anatema y éstos son con todo los grandemente culpables. A pesar de la crítica más autorizada, se deslizan tranquilamente ante la pantalla de nuestros cines las películas más criminales y escandalosas historias, y todavía después se lee en sensacionales inserciones en nuestra prensa los encomios se esa peligrosa basura. Es que se tiene por accesoria la vida del alma y por eso toda la preocupación tiende a servir al cuerpo. Desengañémonos, el fundamento de la observancia del quinto mandamiento, informa toda la vida espiritual, como la informó desde el principio del cristianismo, el cual tiende de sí a proporcionar a la humanidad una verdadera idea de la vida.

Sólo Cristo, nuestro Redentor, protegió en verdad a los necesitados y a los desamparados, y en su predilección por los desheredados de este mundo fue santificada por Él la humanidad. Si nuestra cultura se empeña en alejarse de las enseñanzas del Salvador, acabará en la barbarie, en la que a pesar de toda policía y leyes estatales, no tendrá nadie su vida segura.


Del libro "LA CRISIS DE NUESTRA CULTURA" de F. Buomberger. Traducido del alemán por el Rvdo. P. José Muñero S. J. Ediciones FOMENTO 1941

sábado, 21 de marzo de 2009

PARA MEDITAR EN CUARESMA



MISERICORDIA DE DIOS

"Superexaltat autem misericordia iudicium"

La bondad es comunicativa por naturaleza; de suyo tiende a compartir sus bienes con los demás. Dios, que por su naturaleza es bondad infinita, siente vivo deseo de comunicarnos su felicidad, y por eso propende más a la misericordia que al castigo. "Castigar-dice Isaías-es obra ajena a las inclinaciones de la divina voluntad" "Se enojará para hacer su obra (o venganza), obra que es ajena a Él, obra que es extraña a Él". Y cuando el Señor castiga en esta vida es para ser misericordioso en la otra. Muéstrase airado con el fin de que nos enmendemos y aborrezcamos el pecado. Y si nos castiga es porque nos ama, para librarnos de la eterna pena.

¿Quién podrá admirar y alabar suficientemente la misericordia con que Dios trata a los pecadores, esperándolos, llamándolos, acogiéndolos cuando vuelve a Él?... Y ante todo, ¡qué gracia valiosísima nos concede Dios al esperar nuestra penitencia!...

Cuando le ofendiste, hermano mío, podía el Señor enviarte la muerte, y sin embargo, te esperó; y en vez de castigarte, te colmó de bienes y te conservó la vida son su paternal providencia. Hacía como si no viera tus pecados, a fin de que te convirtieses.

¿ Y cómo, Señor, Vos que no podéis ver un solo pecado, veis tantos y calláis? ¿Miráis aquel deshonesto, aquel vengativo, a ese blasfemo, cuyos pecados se aumentan de día en día, y no los castigáis? ¿Por qué tanta paciencia?... Dios espera al pecador a fin de que se arrepienta, para poder de ese modo perdonarle y salvarle.

Dice Santo Tomás que todas las criaturas, el fuego, el agua, la tierra, el aire, por natural instinto se aprestan a castigar al pecador por las ofensas que al Creador hace; pero Dios, por su misericordia, las detiene... Vos, Señor, aguardáis al impío para que se enmiende; mas ¿no veis que el ingrato se vale de vuestra piedad para ofenderos? ¿Por qué tal paciencia?... Porque Dios no quiere la muerte del pecador, sino que se convierta y se salve.

¡Oh paciencia de Dios! Dice San Agustín que si Dios no fuese Dios, parecería injusto, atendiendo a su demasiada paciencia para con el pecador. Porque espera que se valga el hombre de aquella paciencia para más pecar, diríase que es en cierto modo una injusticia contra el honor Divino. "Nosotros pecamos-sigue diciendo el mismo Santo-nos entregamos al pecado (algunos firman paces con el pecado, duermen unidos a él meses y años enteros), nos regocijamos del pecado (pues no pocos se glorían de sus delitos), ¿y Tú estás aplacado)... Nosotros te provocamos a ira, y Tú a misericordia". Parece que a porfía combatimos con Dios; nosotros, procurando que nos castigue; Él, invitándonos al perdón.



San Alfonso María de Ligorio



Del libro "PREPARACIÓN PARA LA MUERTE"








viernes, 20 de marzo de 2009

21 DE MARZO SAN BENITO, ABAD


En los momentos cruciales se la historia suscita Dios algunas grandes figuras de santidad para asegurarse en la Iglesia la empresa sobrenatural que por su Divina Misión sabe ejercer en la almas.

Nació hacia el 480 en Nursia (Umbría), hizo San Benito sus estudios en Roma; pero pronto abandonó el mundo para retirarse a la soledad de Sobiaco. Después de dos años de vida eremítica en una cueva de la montaña, adquirió tal fama de santidad, que numerosos discípulos se reunieron en torno suyo y nobles familias romanas le confiaron la educación de sus hijos. Organizóse la vida monástica en doce pequeños monasterios, donde, bajo la dirección del Abad, consagrados los monjes a la búsqueda de Dios, se entregaban a la oración y al trabajo. Años más tarde abandonó San Benito la región de Subiaco para fundar en las alturas de la Campania la gran abadía de Monte Casino. Allí escribió la "Regla de los monjes", en la que se hallan maravillosamente hermanados el genio romano y la sabiduría monástica del Oriente Cristiano.

San Benito murió el año 547. Es el Patriarca de los monjes de Occidente; no porque él inaugurase la vida monástica en nuestras naciones, sino porque la empapó de su espíritu y fue como un fermento nuevo que contribuyó poderosamente a la formación de la Cristiandad de la Edad Media, persistiendo aún ahora su influjo.

Del "Misal Diario y Vesperal" de D. Gaspar Lefebvre, O.S.B. 1962

lunes, 16 de marzo de 2009

PARA MEDITAR EN CUARESMA



LA POCA ESTIMA QUE SE HACE DE LA GRACIA

Así como no hay cosa más preciosa que la gracia que nos mereció el Hijo de Dios, así no hay cosa más para llorar que su pérdida y el desprecio que de ella hacen los redimidos con su preciosa sangre. ¿Qué mayor desatino que, por el cumplimiento de un apetito indigno de la naturaleza, perder más que toda la naturaleza? Porque no es encarecimiento lo que enseña Santo Tomás, que el bien de la gracia de un hombre solo es mayor que el bien de la misma naturaleza de todo el universo. Y San Agustín dice que la gracia de Dios no solamente sobrepuja a todas las estrellas y todos los cielos, pero también a todos los ángeles. Porque si Dios diera a uno todos los bienes del mundo y le hiciese señor de las estrellas, aunque fuese de diamantes, y sobre eso le diera toda la perfección natural de los serafines y todos los ángeles, no le haría tanta merced como en darle un átomo de gracia.

El Profeta Jeremías se puso a llorar muy de propósito la pérdida de toda una ciudad. Los amigos del Santo Job, por las pérdidas que tuvo, que fueron de ganados, casas, hijos y salud solamente, todas cosas naturales y transitorias, quedaron pasmados siete días sin hablar palabra. Pero ¿qué tiene que ver perder bienes naturales, como bueyes, ovejas y jumentos, que perdió el Santo Job, con perder tantos bienes sobrenaturales como se pierden con la gracia? Piérdese en ella un Ser Divino que le levanta a uno sobre toda la naturaleza; piérdese la caridad, reina de todas la virtudes; piérdense juntamente todas cuantas virtudes sobrenaturales con la gracia que se dan a los verdaderos contritos; pierdense los dones del Espíritu Santo; piérdese el mismo Espíritu Santo; piérdese el ser hijo de Dios, el ser su amigo, el estar en su compañía; piérdese el derecho al reino de los cielos; piérdese la vida del alma; piérdese el hacer obras merecedoras de la gloria; piérdense todos los merecimientos hechos; piérdese toda la gracia recibida en los Sacramentos de toda la vida; piérdense innumerables riquezas espirituales; piérdese Dios, y así se pierde todo lo que se puede perder

Verdaderamente, no hay corazón que baste para sentir, ni ojos para llorar, ni lengua para lamentar esta lastimosa miseria de los hombres. La sombra de esto cástigo Dios en su pueblo con un largo y terrible castigo. Porque tuvieron en nada la tierra deseable, esto es, la tierra de Canaán prometida de Dios dice David que levantó el Señor su mano sobre ellos para postrarlos en el desierto, donde murieron innumerables, y para abatir sus descendientes entre naciones bárbaras, donde estuvieron cautivos muchos años, y derramarlos en regiones extranjeras, donde padecieron grandes miserias. Pues si el desprecio de la tierra, por ser deseable, así le castigó el Señor, el desprecio, del cielo, únicamente deseable, ¿cómo le castigará?


Del libro "APRECIO Y ESTIMA DE LA DIVINA GRACIA" por el Rvdo. P. Juan Eusebio Nieremberg S. J.

miércoles, 11 de marzo de 2009

SANTO SUBITO



Leía hace unos días en el blog de Radio Cristiandad que el Papa Juan Pablo II, será recientemente elevado al honor de los altares como beato. Lo comunicaba su ex-secretario personal y actual Cardenal de Cracovia Mons. Estalisnao Dziwisz. Y leyendo esta noticia me acordé de una carta que tengo hace tiempo y que creo que refleja muy bien lo que fue el Pontificado del finado Papa. Con esto no quiero juzgar a nadie y menos a quien tuvo el timón de la barca de Pedro por tantos años, porque si lo hiciera pecaría con ello de orgullo y suplantaría a Nuestro Señor en sus funciones. Sólo quiero dar aquí mi opinión sobre lo que creo que fue el mencionado Pontificado, que creo que estoy en mi derecho y me ampara la "libertad de expresión". Aunque visto lo visto con el caso de Mons. Richard Williamson la mencionada "libertad" es sólo para los política y religiosamente correctos.


"EL ÚLTIMO APLAUSO" (al Papa Juan Pablo II)


Santidad; Ningún hombre ha recibido tantos aplausos en este mundo como Vuestra Santidad. Aplausos de todas clases: aplausos servilistas de los que os rodean y os acompañan; aplausos de compromiso obligados por cumplir con la sociedad; aplausos populares de los que os aman de verdad y sienten verdadera veneración por Vos. Estos últimos son innumerables, de toda raza, condición, lengua y país, y se contabilizan por millones.

Falta el último aplauso el que os ha de dar N.S. Jesucristo. Es el más importante, el que durará eternamente, el único verdadero, pues todos los demás se los ha llevado el viento y ya no existen.

Estaba yo una noche pensando todo esto cuando me dormí profundamente y soñé, soñé... y ahora voy a exponeros mi sueño tal como fue.

Vos habíais muerto, y mientras millones de seres seguían con atención y lágrimas vuestros funerales que se desarrollaban majestuosamente en la Basílica de San Pedro, os presentabais ante N.S. Jesucristo en una sala inmensa repleta de Ángeles y Santos. N.S. Jesucristo estaba sentado como Juez en su trono rodeado de Querubines. Todos guardaban un silencio impresionante esperando oír la sentencia que había de ser definitiva, inapelable y eterna; era el último aplauso para siempre.

Entonces N.S. Jesucristo dijo en alta voz:

¿Qué has hecho de mi Iglesia que te he confiado como Pastor Supremo y Vicario mío durante tantos años?

Muchos seminarios y colegios religiosos con sus aulas mixtas se han vaciado de vocaciones. Muchas iglesias se han convertido en salas de conciertos y reuniones políticas, donde se come, se bebe, se fuma y se blasfema. Las familias están destrozadas; el adulterio, el divorcio y el matrimonio civil se han extendido entre los católicos. Muchísimos han perdido la fe y se han vuelto agnósticos o indiferentes. Innumerables profesores se llaman teólogos y enseñan impunemente en cátedras, seminarios y púlpitos herejías contra mi Iglesia, contra la Virginidad de mi Madre, contra el celibato eclesiástico y contra mi propia Persona Divina. Los derechos humanos han sustituido a Mis Derechos, y el hombre, engreído, se ha hecho casi igual a Mí.

¿Qué has hecho de la autoridad y poderes que yo te di? (yo os miraba fijamente y vi como un sudor os bajaba por el rostro) ¿Y como has permitido que sacerdotes buenos y seglares íntegros hayan sido despreciados, arrinconados, mal vistos y perseguidos, muriendo llenos de perplejidad y dolor, cuando lobos rapaces se han apoderado de mi Iglesia, haciendo un mal incalculable a mis ovejas?

¿Por qué el liberalismo democrático, mi enemigo capital, se ha extendido por todas partes destruyendo mi Realeza Social?

¿Por qué levantaste la excomunión a los masones sin que abandonaran su programa anticristiano y anticatólico?

¿Cómo has permitido que se trate mi Eucaristía, donde Yo estoy presente, con tan poco respeto, y se hayan multiplicado los horribles sacrilegios y las satánicas misas negras, por culpa de la comunión en la mano?

¿Por qué me igualaste en Asís con los dioses falsos, invitando a todas las religiones a que rezasen a sus dioses por la paz?, ¿acaso ignoras que no hay otro Dios fuera de Mí?

¿COMO PUEDO DARTE MI ÚLTIMO APLAUSO?

(La mirada de N.S. Jesucristo se había hecho más profunda y severa, muy difícil de explicar. Ante aquella mirada terrible, os pusisteis a temblar y caísteis sin sentido al suelo... mientras me parecía oír de vuestros labios: "¡malditos aplausos!"

En esto un timbre agudo y repetido me volvió a la realidad. Miré al despertador con alivio; me había librado de aquella terrible pesadilla, y pensé en aquellos versos famosos de nuestro Calderón de la Barca:

"¿Qué es la vida? un frenesí;

¿qué es la vida? una ilusión,

una sombra, una ficción,

que el mayor bien es pequeño;

que toda la vida es sueño,

y los sueños sueños son."

Me vestí nervioso, entre conmocionado en una iglesia, y ante el altar hice esta súplica con toda mi alma: ¡SEÑOR, QUE ESTE SUEÑO NUNCA JAMÁS SEA REALIDAD!

Después prometí escribiros, Santidad y lo he cumplido.

F.D.O.

(El último de vuestros hijos católicos)








lunes, 9 de marzo de 2009

PARA MEDITAR EN CUARESMA


MUERTE DEL JUSTO

"Pretiosa in conspectu Domini mors sanctorum ejus"

Mirada la muerte a la luz de este mundo, nos espanta e inspira terror; pero con la luz de la fe es deseable y consoladora. Horrible parece a los pecadores; mas a los justos se muestra preciosa y amable. "Preciosa-dice San Bernardo-como fin de los trabajos, corona de la victoria, puerta de la vida".

Y en verdad, la muerte es término de penas y trabajos. El hombre nacido de mujer, vive corto tiempo y está colmado de muchas miserias (Jb., 14,1).

Así es nuestra vida tan breve como llena de miserias, enfermedades, temores y pasiones. Los mundanos, deseos de larga vida-dice Séneca-¿qué otra cosa buscan sino más prolongado tormento? Seguir viviendo-exclama San Agustín-es seguir padeciendo. Porque-como dice San Ambrosio-la vida presente no nos ha sido dada para reposar, sino para trabajar, y con los trabajos merecer la vida eterna; por lo cual, con razón afirma Tertuliano que, cuando Dios abrevia la vida de alguno, acorta su tormento. De suerte que, aunque la muerte fue impuesta al hombre por castigo del pecado, son tantas y tales las miserias de esta vida, que-como dice San Ambrosio- más parece alivio al morir que no castigo.

Dios llama bienaventurados a los que mueren en gracia, porque se les acaban los trabajos y comienzan a descansar. "Bienaventurados los muertos que mueren en el Señor" "Desde hoy-dice el Espíritu Santo (Ap., 14, 13)-que descansen de sus trabajos."

Los Tormentos que afligen a los pecadores en la hora de la muerte no afligen a los Santos. "Las almas de los justos están en mano de Dios, y no los tocará el tormento de la muerte"

No temen los Santos aquel mandato de salir de esta vida que tanto amedrenta a los mundanos, ni se afligen por dejar los bienes terrenos, porque jamás tuvieron asido a ellos el corazón. "Dios de mi corazón; Dios mío por toda la eternidad"

"¡Dichosos vosotros!-escribía el Apóstol a sus discípulos, despojados de sus vienes por confesar a Cristo-. Con gozo llevasteis que os robasen vuestras haciendas, conociendo que tenéis patrimonio más excelente y duradero"

No se afligen los Santos a dejar las honras mundanas, porque antes las aborrecieron ellos y las tuvieron, como son, por humo y vanidad, y sólo estimaron la honra de amar a Dios y ser amados por Él. No se afligen al dejar a sus padres, porque sólo en Dios los amaron, y al morir los dejan encomendados a aquel Padre Celestial que los ama más que a ellos; y esperando salvarse, creen que mejor los podrá ayudar desde el Cielo que en este mundo.

En suma: todos los que han dicho siempre en la vida Dios mío y mi todo, con mayor consuelo y ternura lo repetirán al morir.

Quien muere amando a Dios no se inquieta por los dolores que consigo lleva la muerte; antes bien se complace de ellos , considerando que ya se acaba la vida y el tiempo de padecer por Dios y de darle nuevas pruebas de amor; así, con afecto y paz, le ofrece los últimos restos del plazo de su vida y se consuela uniendo el sacrificio de su muerte con el que Jesucristo ofreció por nosotros en la Cruz a su Eterno Padre. De este modo muere dichosamente, diciendo: "En su seno dormiré y descansaré en paz"

¡Oh, qué hermosa paz, morir entregándose y descansando en brazos de Cristo, que nos amó hasta la muerte, y que quiso morir con amargos tormentos para alcanzarnos muerte consoladora y dulce!

San Alfonso María de Ligorio

Del libro "PREPARACIÓN PARA LA MUERTE"

jueves, 5 de marzo de 2009

CARTA DE UN SOLDADO


El Teniente Nestor Roberto Estévez escribió esta carta en Sarmiento (Chubut) el día de la partida de su Regimiento rumbo a las Malvinas, el 27 de Marzo de 1982. Debía ser entregada a su padre por un camarada en el caso de que el falleciera en combate, lo cual ocurrió dos meses después.

Querido Papá:

Cuando recibas esta carta yo ya estaré rindiendo cuentas de mis acciones a Dios Nuestro Señor. Él, que sabe lo que hace, así lo ha dispuesto: que muera en el cumplimiento de mi misión. Pero fíjate vos ¡que misión! ¿No es cierto? ¿Te acordás cuando era chico y hacía planes, diseñaba vehículos y armas todos destinados a recuperar las islas Malvinas y restaurar en ellas nuestra soberanía? Dios, que es un Padre generoso, ha querido que este su hijo, totalmente carente de méritos, viva esta experiencia única y deje su vida en ofrenda a nuestra Patria. Lo único que a todos quiero pedirles es:

1º) Que restauren una sincera unidad en la familia bajo la Cruz de Cristo.

2º) Que me recuerden con alegría y no que mi evocación sea la apertura a la tristeza y muy importante...

3º) que recen por mí.

Papá, hay cosas que, en un día cualquiera, no se dicen entre hombres, pero que hoy debo decírtelas. Gracias por tenerte como modelo de bien nacido, gracias por creer en el honor, gracias por tener tu apellido, gracias por ser Católico, Argentino e hijo de sangre Española, gracias por ser Soldado, gracias a Dios por ser como soy y que es el fruto de ese hogar donde vos sos el Pilar.

Hasta el reencuentro, si Dios lo permite. Un fuerte abrazo.

DIOS Y PATRIA ¡O MUERTE!

Roberto

(Esta carta me la dio a conocer el Teniente D. Antonio Ortiz Martínez, del cual guardo un muy grato recuerdo, durante mi servicio militar en la base de el "Goloso" en el año 1995. Que sea espejo donde esta juventud perdida y atolondrada por los deleites de este mundo tenebroso, se quieran mirar para recuperar el camino perdido o nunca andado)

lunes, 2 de marzo de 2009

PARA MEDITAR EN CUARESMA


MUERTE DEL PECADOR


"Angustia superveniente, requirent pacem et erit; conturbatio super conturbationem veniet"




Rechazan los pecadores la memoria y el pensamiento de la muerte, y procuran hallar la paz (aunque jamás la obtienen) viviendo en pecado. Mas cuando se ven cerca de la eternidad y con la angustias de la muerte, no les es dado huir del tormento de la mala conciencia, ni hallar la paz que buscan, porque ¿cómo ha de hallarla un alma llena de culpas, que como víboras la muerden? ¿De qué paz podrán gozar pensando que en breve van a compadercer ante Cristo Juez, cuya ley y amistad han despreciado) Turbación sobre turbación vendrá (Ez. 7, 26).
El anuncio de la muerte ya recibido, la idea de que ha de abandonar para siempre todas las cosas de este mundo, el remordimiento de la conciencia, el tiempo perdido, el tiempo que falta, el rigor del juicio de Dios, la infeliz eternidad que espera al pecador, todo esto forma tempestades horribles, que abruman y confunden el espíritu y aumentan la desconfianza. Y así, confuso y desesperado, pasará el moribundo a la otra vida.
Abrahán, confiando en la palabra divina, esperó en Dios contra toda humana esperanza, y adquirió por ello mérito insigne. Mas los pecadores, por desdicha suya, desmerecen y yerran cuando esperan, no sólo contra toda racional esperanza, sino contra la fe, puesto que desprecian las amenazas que Dios dirige a los obstinados. Temen la mala muerte, pero no temen llevar mala vida.
Y, además, ¿quién les asegura que no morirán de repente, como heridos por un rayo? Y aunque tuvieren en ese trance tiempo de convertirse, ¿quién les asegura de que verdaderamente se convertirán?...
Doce años tuvo que combatir San Agustín para vencer sus inclinaciones malas... Pues ¿cómo un moribundo que ha tenido casi siempre manchada la conciencia podrá fácilmente hacer una verdadera conversión, en medio de los dolores, de los vahídos de cabeza y de la confusión de la muerte?
Digo verdadera conversión, porque no bastará entonces decir y prometer con los labios, sino que será preciso que palabras y promesas salgan del corazón. ¡Oh Dios, qué confusión y espanto no serán los del pobre enfermo que haya descuidado su conciencia cuando se vea abrumado de culpas, del temor del juicio, del infierno y de la eternidad! ¡Cuán confuso y angustiado le pondrán tales pensamientos cuando se halle desmayado, sin luz en la mente y combatido por el dolor de la muerte ya próxima! Se confesará, prometerá, gemirá, pedirá a Dios perdón..., más sin saber lo que hace. Y, en medio de esa tormente de agitación, remordimientos, afanes y temores, pasará a la otra vida.
Bien dice un autor que las súplicas, llantos y promesas del pecador moribundo son como los de quien estuviere asaltado por un enemigo que le hubiere puesto un puñal al pecho para arrebatarle la vida. ¡Desdichado del que sin estar en gracia de Dios pasa del lecho a la eternidad!



San Alfonso Mª de Ligorio


Del libro "PREPARACIÓN PARA LA MUERTE"